Recuerdo con exactitud sus palabras y la sentencia de cada una de ellas, todo empezó a cobrar sentido y sin embargo tenía la esperanza de que eso que vivía no fuera más que un mal sueño, pero la angustia que me asfixiaba en ese instante me daba la certeza de que todo era real. Entonces empecé a despertar mirando con desconcierto mi mesa de noche, ya no solo habían libros ahí, el espacio iba haciéndose chico con las pastillas de distintos colores y el vaso de agua al alcance de mi mano. Mi agenda dejó de ser mi cómplice de sueños , miedos y grandes sensaciones; mis escritos empezaron a tener menos espacio en el papel, fui encontrando horarios estrictos, nombres complejos que hasta hoy no pronuncio bien, nuevos intentos de cambiar el rumbo de mis días, todo dentro de frascos amarillos con instrucciones detalladas que nunca quise leer.
Y cuando estoy a un paso de entender mis nuevas rutinas debo hacer espacio entre los frascos para darle lugar a uno nuevo. He dejado de entender el sentido de muchas cosas, la cara de sorpresa ente mis explicaciones ha terminado por cansarme.Ya casi no recuerdo como eran mis días antes de todo esto. Hoy soy solamente la protagonista de miles de batallas perdidas, una warmi valiente ante muchas miradas pero el reflejo de un alma cansada de pelear contra un monstruo que no me da tregua para nada.