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domingo, 21 de noviembre de 2010

Sin previo aviso.

No puedes tomar las estrellas con tus propias manos y guardarlas para tí en una cajita. No puedes. Ellas están allí arriba, brillando para maravillarte, para recordarte las cosas bonitas que puedes apreciar en este mundo, y hacerte olvidar lo malo que ocurre durante el día y la noche. Están muy lejos, pero las puedes ver. No es necesario tocarlas. Más bien, la gracia está en que tus pensamientos sean tan casi infinitos como la distancia entre tú y ellas.


Debería asumir de una vez por todas que no puedo cambiar la mentalidad de las personas. Quizá sea porque no soy lo suficientemente persuasiva, porque su inmadurez no les permite mirar las cosas desde otro punto de vista, o porque les pica el culo. No lo sé, lo único seguro es que es imposible.

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