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lunes, 1 de noviembre de 2010

Suspendido en el recuerdo.

Era como la aurora boreal, visible sólo en momentos y lugares destinados a ella. Así eran las calles dormidas. Las calles que nos abrigaron en las tardes frías de otoño. Un abrazo de nocturnidad que llevaba en su olor todo el calor del día. Pero el calor se hizo eterno, pasó de ser un cálido momento a ser una eternidad candente. Y huí. Corrí tanto como pude, tan rápido que a veces, tenía la sensación de que mis piernas avanzaban solas. Corrí calle arriba, tan lejos, tan lejos, que la ciudad empezó a verse pequeña. Y tú desapareciste.
La música corría conmigo, me perseguía, se metía en mi cabeza y por dentro sólo escuchaba a mi sangre pedir auxilio.

Apareció el sueño y el aire se posó sobre mis parpados, haciendo que me rindiera en algún rincón de ningún sitio, soñando con nada...
Mordiendo telarañas de caricias que sabían a tus recuerdos. Me faltabas, me faltas. Y me sobra todo lo demás.
No cuadro en ningún sitio y nada me cuadra sin tus esquemas. El tiempo seguía esperándote y tú no llegabas. Hasta que entendí que no debías llegar, que nunca hubo tal fuego, y que no desapareciste porque nunca estuviste ahí.
Sólo creí lo que tú querías que creyera, lo que yo quería creer. No fue tanto un error nuestro como mío. Sólo un fallo de coordenadas, en las que la vida me ponía a mí en un punto y a ti en otro opuesto.
Si que era una mentira, pero era nuestra. Nuestra y de nadie más. Pude dejar de correr al sentir el frio de nuevo. No hubo más otoño, ni más calles por las que abrazarnos en las esquinas.

3 comentarios:

  1. Que precioso my W.Siempre tan bonitos.
    Te quiero.

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  2. Gracias por pasarte. :)
    Me encanta tu blog, me iré pasando por aquí.
    Nos leemos! ^^
    Un besito.

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  3. Es un texto increible, me siento muy identificada contigo.
    Espero que hagas mucho más asi, porque de verdad, que son alucinante.
    Un beso.!

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